miércoles, 14 de noviembre de 2007

Yo soy un Dios, vos no.

Crónica de una mañana de cobro.


Me despertaron a eso de las 0700. Yo creo que me acosté a eso de las 0120. Estaba bastante de oranja, y un poco de vino. Me desperté bastante de oranja. Nunca me había pasado. Cuando me despertaron me molestó un poco, como cada vez que me despiertan para hacer algo que no me gusta. No obstante, debido a mi peculiar estado, en poco tiempo estuve listo para continuar con el devenir un rato más.

Fui a buscar un remís, a la vuelta de mi casa. Al lado de la heladería que tiene "Limón Tropical". A esa remisería voy siempre a buscar autos cuando salgo con mi abuela. Como en mi casa no anda el teléfono, y me alegro que así sea, no los invocamos por ese medio. Nos toco el señor que me cae bien, que ya nos ha llevado antes. Habla de cosas interesantes, o al menos es amable. Se alegró un poco por llevarnos nuevamente. De hecho, nos preguntamos como estabamos.

El viaje comenzó, y yo iba en la parte de adelante. Me sentía bastante extraño. Me empezó a hablar de cosas, como la política y la democracia. Y yo me indignaba con él sobre que malos eran esos señores. Que divertido es indignarse por eso. Yo quería darle a entender que la democracia me da gracia. Así que le dije que el sistema de gobierno propiciaba a la situación actual. No sé si será por eso, pero terminamos hablando de los ovnis del Tercer Reich y de las investigaciones genéticas de Mengele.

Cuando llegamos al banco, había una larga fila, de como tres o cuatro casas, en la puerta del banco. El chofer viendo que mi abuela tiene 88 años, me pregunta si nos ibamos a quedar. Yo el digo que si, que no da para hacer otra cosa. Que todas las mujeres son caprichosas y más cuando son viejas (y mi abuela seguramente se querría quedar). Y aparte no quería pregunatrle a mi abuela que quería hacer, porque es sorda y es todo un tema comunicar cosas complejas. Cuando le pague, me dijo que otro día seguimos hablando de estos temas, porque hay mucho sobre lo que hablar. ¿Sobre temas nazis o sobre indignarse? No sé, fue muy estupendo.

Luego, naturalmente hicimos cola en el banco. Hacía algo de frío, y estaba lleno de viejos. Siempre me parece muy triste ir a cobrar con mi abuela porque está lleno de viejitos que se están muriendo. Pero no en una Muerte, como se debe. Sino una triste muerte. La chispa de la vida que antes animaba sus cuerpos, ya casi no tiene fuerza... Aunque claro, también juega su papel eso de que todo, aunque sea mediocre, es Dios y eso. Pero uno no puede dejar de sentirse tan pro. El orgullo es algo tan agradable. Es mi mayor pecado, de todos.

La cuestión es que yo estaba re colgado, disfrutando de la espera, hasta que la fila comenzó a avanzar. Cuando entramos, las máquinas que daban trickes se habían estropeado luego de dar una pequeña cantidad, así que había una señora que trataba mal a los ancianos, es decir lo les tenía nada de paciencia, y les daba otrs tipos de tiket, que eran amarillos. Había mucha gente y todo era un Caos a raíz del probelma de los numeritos. Que mal me caía esa señora que repartía tickets.

A nosotros nos tocó el 012 amarillo. Me senté con mi abuela en unas sillas que ahí había. Yo estaba re colgado, viendo a la gente o pensando, no me acuerdo. La cuestión es que estaba re contento de estar así. Y mi abuela me dice que como sabíamos cuando nos llamaban. Yo le digo que no sé y sigo ignorando el mundo. Me lo vuelve a decir y reptio mir espuesta. Hasta que se pone insoportable y me levanto y voy a ver. CUando descubro la situación, pienso en vovler, pero mi asiento estaba ocupado por una señora vieja pero no tanto. Bueno, es fácil no ser tan viejo en ese banco. Con 60 años basta. La miro directo a los ojos, como para que sepa que me molestó lo que hizo, pero luego me cuelgo junto a una columna, y observo a la gente. Entonces tengo una gran idea, y es empezxar a indignarme con la gente que ahí estaba. Le digo a una señora (todos los personajes excepto que se especifique lo contrario, dentro del banco, son viejos) que desorganizado que estaba todo. Y me dice que siempre pasaba. Yo le digo entonces, "que mala suerte que hemos tenido" y se ríe. Luego me dice algunas cosas irrelevantes, pero mi plan de armar descontento falla.

Un señor se queja en als ventanillas que era el segundo de la fila y no lo habían atendido aun. El cajero le dice que no haga escandalo, y el señor extiende sus brazos y dice que no hace escandalo. Yo pienso, "El señor tiene razón. Que bueno que haga escandalo. Yo hice escandalo cuando me vendieron mal las entradas para ir a un concierto y me trataron bien.". La señora con la que había tratado de indignarme tiene cara agradable. Hay muchos viejos que son feos, y algunso que aprecen personajes de jueguitos. Como una gorda vieja que parecía un enano. También pasa un señor pintoresco, que tiene aspecto de inglés viejito, con una chica joven, que debe ser la hija. Aunque esta no tenía aspecto de inglesa.

La chica joven que era malhumorada se va y viene un sñeor con traje y corbata a "cantar los números". Hay una señora a mi derecha que sonríe todo el tiempo. Algo le debe hacer gracia. Cuando se acerca el número 012 de los amarillos, voy a buscar a mi abuela, y vamos a una caja. Creo que la 4. Nos atiende un señor que es mal educado. Como me molesta que sean tan pijitas. Igual esatab re colgado y no me importaba. Cobro un montón de plata por no hacer nada. Y me dio a mi plata por no hacer nada. Que genial es no hacer nada. Nos sentamos y mi abuela cuenta si esta todo bie, y peinsa que le flatan 20 pesos y quiere ir a reclamar. Yo quería evitar esa situación detestable de reclamarle a un tipo pija. Entonces descubrimos que los 20 que faltaban eran los que se habían pagado en el impuesto.

Salimos del banco, y to le dijo buenas tardes al señor de saco y corbata, pero este no me responde. No volví a ver a la señora de cara agradable. Afuera, no sé, fue raro. Pero de pronto había conseguido un taxi, y mi abuela tyardo infinito en llegar hasta donde estaba. CUando entro, descubro que está escuchando la radio de música clásica. Lo priemro que digo, "Es la primera vez que subo a un taxi y están escuchando buena música". El señor sólo sonríe. Viajamos poco, rápido, pero genial. La música era de lo mejro. Primero era como una especie de compilado rápido con momentos máximos y cumbres de la música. Tenía muy beun audio ese taxi. Luego, tocan algo Edvard Grieg, algo así como "Saludo de Amor". Llegamos al supermercado. Cuando nos bajamos, yo le digo al señor que había sido un placer viajar con él, y el sabía porque. El sabía que era pro escuchar música clásica y no lo contrario. El sabía que yo tenía que acompañar a mi abuela a hacer cosas, y se compadecía. El eñor era un hombre elevd, y lo vi en sus ojos.

En el supermercado, pasó algo raro, que generalmente no pasa: agarramos dos changuitos. Uno grande y uno chiquito. Yo emqueod con el grande. Mi abuela se va con las verduras, en dodne estará ionfinito tiempo. Yo me voy a pasear por ahí, todo colgado. Moi abuela me dice que agarre lo que quiera. Elijo algunas cosas, y me divierto dando vueltas por todos lados. Entonces me doy cuenta, que era hora de robar. Aparte estaba usando una campera que apareció misteriosamente en la silla de mi cuarto, y era perfecta para hacerlo. Voy hasta donde están los salamines, y agarro tres. Dos son para mi papá y lños compra mi abuela, y el tercero, lo llevo en la mano, hasta la ya clásica parte de los vinos. Allí lo meto subrepticiamente en el bolsillo interno de la campera. Me puse muy contento, y seguí dando vueltas.

Le rpegunté a mi abuela que más debía comprar y me dijo algunas cosas. Una señora me sonrío, no sabía porque. Luego de agarrar 18 empanadas, 9 de carne y 9 de carne (auqnue unas al hoirno y otras fritas), me encuentro en algún pasillo con la señora uqe me había sonreido, y me empieza a contar que ella me conocía desde que yo era un bebe. Que veía a mi mamá llevarme a la guardería hace muchos año,s y qeu conocía a mi abuela y esas cosas. Fue muy genial, proque era simpática y no tenía los dientes sucios. Le dije que yo no la recordaba, pero quizás si lo ahga, auqnue muy pequeñamente. COmo una sensación casi. Luego me despedí amablemente, y me fui a seguir paseando, pero con el pensamiento en mi cabeza sobre cuantas personas me evocarán en su mente, sin que yo lo sospeche ni remotamente, como esa señora que me reconoció, a mi, hombre elevaod de 20 años, y me conocía de cuando era un bebe gordo.

Seguí paseando y descubríq eu Coto tiene muy mala oferta de vinos. Algo que comprobamos con un amigo Colombiano el otro día. Cuando me aburrí de pasear y elejir cosas, le digo a mi abuela, bah, le hice señas como mostrandole el reloj, que no llevaba. Entonces comprende que ya era hora de no aburrirse más por ahí. En la caja estamos un rato. De pronto se va a buscar chocolate, y me mlesta cuando hace eso. Lo de irse cuando ya estamos en la caja. ¿Si llegase el momento de pagar? Igual, es obivo que nunca va a pasar. Pero me molesta igual. La cajera tenía cara de perro. Y era muy fea. Pobrecita. Había un chico que ayudaba a cargar las bolsas en otro cahnguito. El era macanudo.

Vamos a la puerta, donde hay un señor que llama a los t´xais y ayuda a subir las bolsas. Primero estaba tomando café y comiendo algo dulce, y una señora lo llama. Luego, esa señora me dice cosas que no me importan, pero era amable. Hasta que me dice si quería comprar unos trapitos amarillos. Le digo que no, osea, ¿Para qué voy a querer eso yo? CUando viene mi buela, le empieza a decir si no quería esos trapitos. Mi abvuela como es sorda, se hizo la sorda y fue genial. La señora, tenía cara de mi perra blondi, era muy simpática. Ojalá venda muchos trapitos hoy.

En el taxi, yo voy adelante. Conduce una persona de edad indefinida, con pelo largo y negro. Escucha la radio de Pergollini, que horrible. Igual estoy re colgado. Cuando llegamos, mi abuela hace toda una historia para bajar del auto. El taxista no se baja a ayudar a bajar las bolsas. Yo entonces bajo las bolsas, pero muy lentamente, como si estuviera dorgado diría alguien que viese. Pero a él no le importa y se pone a fumar un cigarrillo. A nadie le importaba realmente. Que absurdo es preocuparse por las cosas. No tiene ningún sentido. No se obtiene nada. ¿Cómo alguien se va a preocupar por lo que es o lo que no es? Preocuparse es lo más absurdo del mundo. Preocuparse es ser un ser insignificante en vez de un Dios. Preocuparse es... pero que absurdo es preocuparse. Que genial que el taxista fumara un cigarillo mientras yo baja lentamente las bolsas.

CUando temrinó lo saludé alegremente. Se fue contento de poder haberse fumado un cigarrillo. Yo llegué y como no que´ria ayudar a guardar las cosas, me fui a bañar. Fue de pijita no ayuda ra guardar las cosas,pero... ¿Para qué preocuparse? mande a mis hermanas a que lo hicieran aparte.

***

Fin del relato. Aunque hay que anexarle que cada tanto yo pensaba una genial cita de "El Lobo Estepario", de Herman Hesse, y enloquecía un poquti más, o me alegraba. Fue estupendo.

2 comentarios:

Katiuska Excusez-moi dijo...

Estoy convencida que los taxistas no son de este mundo, completamente convencida, si si..

Unknown dijo...

Mi abuela me cae súmamente simpática.

¡PUTOS TODOS LOS ENEMIGOS DEL PINTOÍSMO!