miércoles, 4 de junio de 2008

Vértigo

Ese fuego de la panza. Qué sensación. Que te lleva a hacer cosas. Te pone como inquieto. Te invade todo por adentro, te va llenando como un liquido. Un líquido frío y caliente. Como la lava, y como el nitrógeno. Te llega hasta los dedos, y se desparrama por todos lados. Te sale por la boca, por los ojos, por las orejas, por los poros. Sale, sale, sale, como un torrente que no podés controlar.

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El estado lo domina, le retuerce las articulaciones. Es una brasa de fuego en el estómago, un fuego. Es un fuego. Un fuego que lo quema desde adentro, un chorro de energía que tiene que adquirir una forma. Porque si no la cabeza se vuelve una olla de presión. Vapor por las orejas. (fffffshhhhhhfffffffiiiiiii!!!!). Entonces a filtrar. A moverse, a gesticular, a revolcarse por el suelo, a refregarse la cabeza, la cara, a cantar, levantar los brazos, gemir, revolcarse, reírse, algo, algo, algo hay que hacer con esa sensación. Si no hace algo, le explota la cabeza. Le explota la cabeza. Una olla a presión.

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