Qué fantástico esto de uno, a través de las palabras, tratando de abarcar lo inabarcable.
Qué maravilla cuando, en puntas de pié, se lo alcanza a tocar por un instante. La gloria eterna de conquistar una cima. Se llega a vislumbrar el reflejo de la existencia en estado de plenitud suprema.
Pero el tiempo avanza. No espera. Y uno lo sigue al trote.
Y cuando estás ahí arriba, en el filo mismo de la cumbre, el siguiente paso es de nuevo el abismo. Es vacío, caída libre.
O rodar cuesta abajo. Piedras. Espinas. ¿alguna vez te tocó tragar kilos de arena?
Cada vez, como siempre, el espejo vuelve a estallar en mil pedazos que se incrustan en la carne.
Denuevo en el fondo húmedo, oscuro, denso, viciado. Hay que recobrarse y seguir avanzando. Cuántas cumbres nuevas quedan por conquistar. Cada una más alta que la anterior (con su consecuente caída cada vez más terrible).
Así es como el hombre abarca lo inabarcable.
Se hace dueño de un instante en todas sus dimensiones.
Y al instante siguiente la visión vuelve a escaparse.
Y bueno che, a no quejarse. Si no no sería lo inabarcable.
viernes, 5 de febrero de 2010
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¡PUTOS TODOS LOS ENEMIGOS DEL PINTOÍSMO!
1 comentario:
Y sin embargo seguimos tratando de abaracarlo. Jeje.
Abrazando al Tao serás abrazado.
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